Festivales de Música en España: ¿Qué Pasa con las Bandas Independientes?
Ya está el verano a la vuelta de la esquina y con él la llegada de la temporada de festivales de música en España. Los hay de distinto tipo, tamaño y de diversos estilos musicales: grandes, pequeños, locales, en pueblos o ciudades, organizados por promotoras privadas, por ayuntamientos o por asociaciones culturales. Parece que la estación estival es propicia para vivir la música al aire libre una vez la temporada de salas de conciertos se ha acabado hasta el próximo mes de septiembre u octubre.
En este artículo, voy a enfocarme particularmente en lo que sucede con los festivales de música más grandes del país, y de cuál es el lugar que tienen las bandas verdaderamente independientes en los mismos.
La Cultura de los Festivales de Música en España
Desde la industria y mediante estudiadas estrategias de marketing, se nos está tratando de inculcar la idea de que para ser “cool” deberíamos ir a los grandes festivales de música, gastar mucho dinero allí y hacernos las fotos típicas para las redes sociales. Esto deja la música no en un segundo, sino en un último plano. En un sector en el cual las salas y las bandas luchan por atraer público y monetizar su actividad, parece que los festivales de música en España se han convertido en un bautizo masivo para un público que quiere “pertenecer”, sentirse parte de algo.
Me parece curioso que gran parte del público que manifiesta estar interesado en shows musicales no asista a salas de conciertos durante el resto del año, argumentando que las entradas son “caras”. Es interesante analizar esto, ya que una entrada para ver a un artista nacional o internacional en una sala (no estamos hablando de estadios) puede oscilar entre 8 y 25 euros.
La contradicción reside en que esa parte de la audiencia que considera cara una entrada a un concierto en una sala, luego desembolsa grandes cantidades de dinero para asistir a los mayores festivales de música en España; entradas, bebidas, comidas y merchandising hacen que el gasto sea astronómico. La gente va, en teoría, a ver a sus bandas favoritas y a escuchar música…pero en un entorno en el cual es muy difícil disfrutar plenamente de la música. Pero a nivel de marketing, lo que se vende al público ya no es la música sino “la experiencia”, y la idea de que para “pertenecer hay que estar” y que quede registrado en varias fotos.
Los Grandes Festivales de Música en España: El Verdadero Objetivo Tras la Excusa de la Música
Digámoslo claro y sin tapujos: hoy en día hay muy pocos festivales de música en España que se basen en la música como principal atractivo. Cuando hablamos sobre todo de los festivales grandes y medianos, la finalidad es programar música para hacer mucho dinero, ya sea reventándole el bolsillo al espectador o llenando parte del cartel con bandas que, en muchos casos, terminan aceptando cachés irrisorios y salen a pérdidas económicas con la promesa de que así podrán “promocionarse”. Estos cachés a menudo provienen de subvenciones gubernamentales o autonómicas. Ayudas que luego no se ven reflejadas la mayoría de las veces en la calidad de los servicios de los que deberían disfrutar los espectadores (sobre todo considerando el elevado precio de las entradas), ni en cachés dignos para las pocas bandas realmente independientes que participan. No me refiero la palabra “indie” o “independiente” usada como etiqueta de género en la plataformas digitales de música, que no es más que una fachada sustentada por una major, u otro sello discográfico potente. Hablo del artista independiente de verdad: el que realmente gestiona todo el espectro de su trabajo, financia sus producciones, hace su propia promo como puede y rompe la hucha para poder llevar su proyecto adelante.
Las Bandas Independientes en los Festivales de Música en España
Si echamos la vista atrás a los años 90, cuando las plataformas digitales y los algoritmos no existían, la mayoría de los festivales apostaban por la música en sí, programando carteles en los cuales convivían artistas consagrados con proyectos musicales de menor difusión pero con potencial y calidad artística. Existía un interés genuino por la música y también por dar a conocer nuevos nombres al público. Había espacio para los grandes nombres, pero siempre había hueco para artistas independientes.
Ejemplos claros son los inicios del FIB, el Dr. Music Festival o Festimad. No hace falta mencionar que esas producciones suponían una gran inversión económica para las promotoras y que era necesario obtener beneficios para seguir con su actividad, pero la sensación de esa época era la importancia de la música más allá de hacer dinero.
Line Up Repetido Hasta el Infinito
Hoy en día, los carteles de los festivales de música en España se parecen a los de un circo itinerante que gira por toda la geografía: siempre son los mismos nombres.
Se potencia la endogamia empresarial en una especie de ejercicio de cambio de cromos musicales y pujas: “Yo pongo a tu banda en mi festival por el caché que me pides, pero tú pones a tres de los míos en el tuyo a un caché inferior”.
Por otra parte, tampoco ayuda la valoración de la calidad de un proyecto que realizan los departamentos de contratación artística basadas únicamente en números: cantidad de reproducciones en plataformas digitales, número de seguidores en redes y otros marcadores sociales de donde sacan conclusiones sobre una supuesta capacidad de convocatoria.
Está claro que el aspecto económico es importante para continuar con la actividad de los festivales, pero creo que definitivamente se ha perdido el norte cuando esto se prioriza sobre la calidad musical. Las bandas deben llegar con el “trabajo de following social” bien hecho antes de aspirar siquiera a que lo consideren para un festival. Lo musical, ya se verá después.
Dónde Encajan las Bandas Independientes
¿Y dónde encajan los proyectos independientes o emergentes de buena calidad en este panorama desolador? Pues parece que en muy pocos lugares ya. Si bien es cierto que en los años pre-pandemia los festivales reservaban algunos espacios para contratar artistas no tan conocidos, hoy en día es prácticamente imposible. Y si se da la ocasión, las condiciones son muy desfavorables: cachés irrisorios en los que las bandas siempre salen a pérdida combinados con exigencias burocráticas (altas en la seguridad social, cursos de prevención de riesgos laborales, etc.). Los números no cuadran evidentemente. Sin embargo, muchos acceden porque se supone que es “un buen escaparate para mostrar su música”…pero lo cierto es que más tarde, rara vez evoluciona a oportunidades mejor remuneradas.
La Polarización Post-Pandémica
Otro aspecto a tener en cuenta es el aumento desorbitado del caché de los grandes nombres de la escena nacional después de la pandemia. Tras la inactividad musical que conllevó la pandemia, los promotores optaron por apostar a caballo ganador en sus festivales, programando mayoritariamente a quienes les aseguraran vender todos los tickets rápidamente, es decir, a los nombres ya “consagrados” en la esfera musical nacional .
Esto fue aprovechado por muchos proyectos musicales para triplicar y hasta cuadriplicar sus cachés, lo cual también derivó en que se invirtiera aun menos dinero programando artistas independientes. Así, el panorama se ha ido reduciendo progresivamente, quedando todo concentrado en manos de unos pocos.
Concursos y Publicidad
Otra estrategia que usan muchos festivales para hacer crecer su marca son las convocatorias a bandas. Generalmente, se basan en la inscripción de las bandas en una competición para que los seleccionados se disputen un lugar en el festival. Así, los finalistas serán convocados a concursar realizando un show en condiciones económicas claramente desfavorables para “mostrar su proyecto”, dependiendo luego directamente de votaciones de supuestos fans y altos cargos de la industria.
El “Lado B” de esta estrategia es que se usa para recoger direcciones de email de los votantes para hacer crecer la base de datos y bombardear luego con publicidad del festival, y para darle un empujón de publicidad gratuita al festival mediante cada banda inscrita.
Además, para poder presentarse en este show-concurso, las bandas participantes generalmente no reciben pagos por desplazamientos, dietas ni alojamiento, y mucho menos un caché. Los músicos deben desembolsar de su propio bolsillo los costes, para con un poco de suerte, llegar a tocar en el festival en un horario en el que apenas habrá público, y con condiciones que siempre implican salir a pérdida económica.
Podría contar muchas experiencias propias tocando en festivales y en previas de los mismos, dar nombres y números, contar condiciones y promesas no cumplidas…pero prefiero quedarme (y contaros) mi análisis general luego de lo visto, oído y vivido.
¿Hay Salida?
¿Qué soluciones se pueden tomar ante semejante panorama desolador? La respuesta está en la conciencia de cada uno y en lo que esté dispuesto a ceder. Cuanto más estemos dispuestos a aceptar condiciones desfavorables, peores condiciones se nos ofrecerán y menos oportunidades habrá para los proyectos “no mainstream”. Se trata de defender la dignidad de nuestro trabajo, de nuestro tiempo y nuestras ideas.
Es lamentable tener que pagar para poder trabajar, cuando el trabajo debería recibir una remuneración. Desde mi punto de vista, la música es un arte… pero desgraciadamente su difusión y consumo por parte del público está manejado y determinado en gran proporción por la “industria”, personas que no dejan de ser empresarios cuya prioridad es hacer todo el dinero que puedan en el menor tiempo posible. Lo artístico queda en último plano cuando el “billete” manda. Hablamos de una industria que puede dar de comer a un amplio sector de trabajadores y grandes empresarios…pero que maltrata muchas veces a bandas y artistas de calidad que entregan un “producto” más que digno, luchando contra viento y marea. Debería haber un equilibrio. Recordemos que la industria no sería nada sin los músicos. Lo mismo que las plataformas digitales.
¿Cómo conseguir que la música vuelva al primer plano y que se reserven lugares para proyectos independientes de calidad, aparte de los ya consagrados y respaldados por la industria? ¿Cómo conseguir unas condiciones dignas para todas las bandas, y no solo para las ya cómodamente establecidas en el mainstream? ¿Cómo hacer que el público vuelva a las salas, y no solo asista a los grandes festivales? Ese es el gran enigma.
Un abrazo
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